Vibración de cocuyos...
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Plinio Sosa

La Antigua

¿Alguna vez, de súbito, le ha invadido una incontrolable necesidad de comer unos langostinos a la diabla? A mí tampoco. Pero, vamos, juguemos un poco ¿qué haría usted si estando de vacaciones en Zacatecas se le antojara ese manjar? Yo pediría otra cerveza y, calladamente, evocaría el mar. Luego, me dejaría llevar por el recuerdo y aprovechando la falta de peso de la imaginación me iría volando hacia la costa, hacia el Golfo de México, hacia la Antigua Veracruz.

La Antigua Veracruz. No la de ahora, la que todos conocemos, la del malecón y sus portales. No. Más bien la primera Veracruz, la de la enorme ceiba donde Cortés amarró su barco. La de la casa del conquistador que, luego, con el tiempo quedó sepultada bajo la tierra. La Veracruz donde frondosas ceibas, indolentes, sin importarles el papel histórico que luego jugaría Don Hernando, decidieron crecer encima de su casa abandonada. La Antigua Veracruz, ese paraíso terrenal que hoy simplemente se llama así, La Antigua.

Y, entre sorbo y sorbo, sobrevolaría el tranquilo mar veracruzano y buscaría el lugar donde el río se confunde con el mar. Y, desde lo alto, atravesaría esas increíbles dunas que separan al mar de la Antigua. Y me iría río adentro hasta avistar las primeras casitas. Y descendería en el restaurante Bertita. Y, ya estando ahí, en La Antigua, pediría otra cerveza. Y luego ella pediría sus langostinos a la diabla y yo, un filete de caracol gratinado.

Antes de regresar a Zacatecas, iríamos, como siempre, a visitar la primera iglesia que se construyó en el continente. ¿Volando o caminando? ¡Caminando! Caminando, de noche, por las calles empedradas de la Antigua, dejándonos guiar por las luciérnagas.

La luz fría

Luciérnagas... ¡luciérnagas! Son unos bichos maravillosos. Son unos animalitos que producen luz fría. Sí, emiten luz pero no calor. Los focos, las fogatas, el sol emiten luz y calor. Pero las luciérnagas, no. ¡Nada más emiten luz!

Bueno, no sólo las luciérnagas. Existe un pequeño crustáceo ("la pulga luminosa", fireflea, en inglés) en los océanos que puede generar una tremenda cantidad de luz y comunicarse con otros de su propia especie e, incluso, con sus depredadores. Los machos atraen a las hembras emitiendo pulsos de luz sincronizadamente. Además, un grupo de estos crustáceos puede emitir una sola y larga ráfaga de luz, problablemente como una señal de alarma.

Este fenómeno de luminiscencia también se presenta en algunas bacterias. Algunos organismos superiores usan la luz de las bacterias para cazar a sus presas y asustar a sus depredadores. Por ejemplo, existe un pez que tiene un receptáculo con bacterias luminosas cerca de sus ojos. Las bacterias brillan todo el tiempo pero el pez puede cubrir y descubrir el receptáculo con unas cortinillas de piel. Aprovechan la luz para buscar su alimento, centellean para atraer a otros de su especie y confunden a sus depredadores emitiendo una ráfaga de luz y cambiando de dirección rápidamente. Este pez vive a gran profundidad donde la oscuridad es completa.

El pez dragón negro es aún más sofisticado. Emite una luz roja que muchas otras especies no pueden ver. El pez dragón puede ver a su presa, pero ésta ... ¡no lo puede ver a él!

Como Lucifer ... pero más chiquitas

Perdón por la digresión. ¿Dónde estábamos? Ah, sí. Una caminata, entre una valla de ensombrecidas ceibas, bajo una oscura noche salpicada de efímeras bengalas. Lucecitas sin calor. Lucecitas frías. Químicas. Atómicas. ¿De dónde sale la luz de los cocuyos?

En efecto. De los átomos. Los átomos -y las moléculas- pueden estar en diferentes estados, (valga la redundancia). Es como un lápiz de colores. Puede estar horizontalmente sobre la mesa o puede estar en forma vertical (con muchos trabajos pero se puede). No obstante, ambos estados no tienen la misma energía. En el estado acostado, el lápiz está estable. Sin embargo, en el estado parado, el lápiz no está estable: ¡se puede caer! Es decir, tiene energía almacenada (o potencial) que puede convertir en movimiento (energía cinética). El estado parado tiene más energía que el estado acostado. Eso hace caer al lápiz y lo hace pasar del estado de más energía al de menor. Pararlo cuesta trabajo porque tiende a caer. Hay que darle energía para volverlo a parar. Cuando se cae libera la misma cantidad de energía que le dimos (que absorbió) al levantarlo.

Lo mismo pasa con los átomos y las moléculas. Cuando absorben energía, alcanzan otro estado en el que sus nubes electrónicas se distribuyen de una manera distinta (menos estable). Sin embargo, pronto se regresan al estado de más baja energía. La energía que se libera cuando las especies químicas regresan a su estado de menor energía, no genera movimiento sino luz.

En el caso de las bacterias y las luciérnagas, las sustancias que absorben energía y luego la liberan en forma de luz, son compuestos orgánicos que se conocen con el término genérico de luciferinas. Estos compuestos emiten luz en presencia de oxígeno, de ATP (adenosín-trifosfato) y de una enzima llamada luciferasa. El ATP proporciona la energía para que las moléculas de luciferina pasen de su estado original a uno de mayor energía. La luciferasa es un catalizador biológico que hace que la reacción ocurra más rápidamente. Finalmente, al regresar a su estado base, la luciferina emite la luz. Este proceso se conoce como quimioluminiscencia (o bioluminiscencia, cuando se da en seres vivos) y es uno de los pocos en el que se genera luz sin calor.

Otra vez La Antigua

Y entonces, envueltos en una nube de cocuyos, elevarnos y viajar de regreso hacia Zacatecas. Posarme suavemente sobre mi asiento, pedir otra cerveza y pensar en subir, más tarde, al cerro de La Bufa.

Eso es lo que yo hubiera hecho. Pero no lo hice. Porque a mí no se me antojaron los langostinos a la diabla sino a la Comandante en Jefe ... Y ella no es tan soñadora ... Por cierto, ¿alguien sabe cómo puedo llegar, de la manera más fácil, de Zacatecas a Veracruz?

 

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